viernes, 16 de septiembre de 2011

México

Un día, un poco encolerizada una novia me dijo: ¡eres tan... tan.... tan mexicano! No sabía bien a bien si era un cumplido o un reclamo, aunque por el tono de voz y otros gestos que acompañaban la expresión, ahora pienso que en realidad se trataba de un reclamo.

Hoy 16 de septiembre día patrio, la frase vuelve a mis oídos y se acompaña de tantas imágenes de este país que están metidas en mis venas, lugar por donde se me ocurre ahora en un arranque teológico, pensar que fluye el alma. Aparecen los colores que impregnan todos los espacios, las calles, los vestidos, la comida, las pinturas, los mercados, los paisajes, una infinita gama cromática que baña todos nuestros sentidos, tal vez por eso seamos intensos, reímos, lloramos, cantamos, bebemos, comemos, rezamos y festejamos intensamente.

También los sonidos, los gritos del mercado que aprovechan para lanzar albures, venga seño se lo pongo bonito. El tintineo del cascar de las nueces o del vendedor de obleas, el silbido agudo del carrito de los camotes, la sirena y la campana del camión de basura que pasa por mi calle, la música disco del camión de gas en Puebla ta ta ta ta tan: EL GAS, el silbido del afilador de cuchillos y el canto, en el que no importa la voz, solo el sentimiento.

Hasta los muertos disfrutan de este mar de colores, sonidos y sabores en noviembre, este país nos gusta tanto, que sus habitantes no se van del todo ni cuando les llega su hora, vienen a visitarlo, a comer, a cantar y a jugar un par de días al año.

Aquí vive gente de corazón grande, que te ofrece todo lo que tiene solo por el gusto de conocerte, de que estés por ahí.

Todo esto es solo un poquito de todas esas cosas que están en mí, las letras y el tiempo no me alcanzan para describir la grandeza de esta tierra, ni la tristeza que me embarga el verla tan herida, tan sumida en la desigualdad, en la injusticia materializada en una guerra de muerte que nos va minando. Pero también ahí, en ese mar de dolor, la grandeza surge; hay un poeta que lleva una carabana clamando justicia, una red que trabajando y festejando defienden al maíz, mujeres que luchan por acabar con los feminicidios, pueblos indígenas que recuperan sus valores ancestrales, que nos enseñan que se puede vivir de manera distinta.

Todo eso hace que hoy, de entre los escombros y las penas que nos deja una guerra estúpida, se levante un grito de ¡Viva México! esperando que sus colores se sobrepongan al rojo de la sangre y el negro luto de tanta muerte.