jueves, 27 de diciembre de 2012

Oventic

Entramos al salón donde nos esperan. Fuera, las paredes pintan un mundo de colores y libertad.  Dentro, al fondo, aparece majestuosa la Junta de Buen Gobierno, detrás de ellos la bandera mexicana viste monumental la escena y refuta cualquier argumento que les atribuye intentos separatistas.

Nos reciben, se disculpan por no poder hablar bien el español, cuando tal vez nosotros debíamos de disculparnos por no hablar su lengua.  Empiezan a contarnos como están organizados, que lento pero van caminando, dejando de lado un gobierno que los ha traicionado y busca dividirlos.

Termina la plática, alguien de los escuchas toma la palabra. Les cuenta que hace diez años ella estuvo ahí y su voz se quiebra cuando les agradece por haberle llenado el corazón de esperanza.

Mis ojos se mojan, recuerdo mi último año en la universidad, mi intención como la de muchos jóvenes de hacer el servicio social en Chiapas.  -No es seguro, no se autorizan servicios sociales en esa zona, me dicen en la oficina de servicio social, me ofrecen Oaxaca y me cambian la vida.  Juquila me abre camino a muchos mundos posibles y a uno de amor y de lucha en el que vivo desde entonces.

Miro sin poder hablar, mi pecho se oprime y se expande, como queriendo decirles todo lo que su valentía ha significado en mi vida y en la de muchos otros. 

¡EZLN! ¡EZLN! gritamos... como una forma de expresar toda esa gratitud.


jueves, 13 de diciembre de 2012

Clara

Yo no tengo un cisne negro dijo Clara, mientras comentaban la película y se quedó pensando--- Que aburrida soy –dijo para sí- mientras los demás seguían discutiendo.
La charla terminó, se despidió con un abrazo del amigo que la había invitado,  subió a su auto y siguió cavilando –tal vez soy joven aún para saber si tengo o no un lado obscuro y quizás mi lado obscuro tampoco sea tan lóbrego, solo tenga una luz de otro color.  Siguió conduciendo tratando de encontrar un evento en el que hubiera transgredido las reglas, hasta que cayó en la cuenta de que se había perdido. El barrio por el que conducía no parecía peligroso pero definitivamente nunca había estado ahí y no sabía qué camino tomar para llegar a la casa de sus padres.  
Bajó del auto para ver si encontraba a alguien que pudiera orientarla, pero la calle estaba desierta. Algunas casas tenían la luz encendida, tal vez en una de ellas podrían darle indicaciones para salir de ahí.
Caminó hacia la más cercana y tocó el timbre, pronto abrió una joven, era como de su edad, unos veinticuatro años, vestía de negro, una falda y un top que se pegaban a su figura, era pequeña, con un cuerpo perfecto y ojos sonrientes.  Clara explicó la razón de su visita y le preguntó por varias calles; la chica aunque atenta a sus gestos, parecía ignorar sus palabras y no contestó ninguna de sus preguntas.  Clara le señaló el teléfono que estaba cerca de la entrada y preguntó si podría usarlo para llamar a un taxi, la joven se limitó a señalar una tarjeta que estaba sobre el teléfono. 
Se dirigió hacia el teléfono y marcó el número que estaba en la tarjeta, cuando escuchaba el tono de llamada sintió que alguien que pasó junto a ella la había rozado y fue como si ese roce hubiera penetrado en todas las capas de su piel, sus músculos su sangre, sus huesos. Volteó y la joven que le había abierto la puerta e iba unos pasos adelante, se volvió para mirarla y siguió su camino.
Algo en su interior la hizo seguirla y colgó el teléfono justo cuando una voz sonaba en el auricular.  Cruzó un pasillo que conducía hasta el jardín.  Poco a poco una música constante se iba haciendo más audible sin que llegara a ser fuerte. Cuando llegó a su destino vio que la joven a la que seguía se había perdido entre la gente que se encontraba ahí.  La noche estaba despejada y podía verse un círculo formado por  personas que entraban al centro, comían o bebían algo y volvían a su sitio.  El que les servía era un hombre moreno, semidesnudo, con el cuerpo pintado de lunares rojos y blancos que sentado en medio, tocaba un tamborcito, mientras otros bailaban o miraban a algún sitio, cada quien por su lado.
De pronto, alguien la tomó de la mano para llevarla al centro del círculo, el hombre con el cuerpo pintado puso en su mano un trozo de una especie de cactus y le indicó que se lo llevara a la boca, Ella lo hizo, tenía un sabor amargo, estuvo a punto de escupirlo pero prefirió tragarlo.  Al hacerlo los sonidos se fueron escuchando uno a uno, podía oír e identificar cada eco de ese lugar, desde el que producían las pisadas en el pasto hasta los que originaban el tambor y las voces circundantes.  De pronto entre todas esas notas empezó a percibir una muy especial, distinta de las de fuera, venía de su interior, era una música nueva, tranquila y alegre a la vez.  
Comenzó a bailarla, era como si su cuerpo fuera moviéndose con cada compás, como si se volviera una con la melodía, se abstrajo tanto que todo el barullo fué desapareciendo junto con las imágenes, por unos segundos todo fue obscuridad para dejar que su canción y su danza ocuparan todo el espacio.
En esta secuencia empezaron a llegar a su cuerpo pensamientos y sensaciones que la inundaban por completo, si abrigaba alegría era con la intensidad de una bomba, la euforia no cesaba, el corazón le latía como si fuera a reventarse, si era tristeza, deseaba morirse y desaparecer, su cuerpo se marchitaba como una rosa seca, se caía a pedazos; si era deseo, comenzaba a arrancarse la ropa, a tocarse, a acariciar cada milímetro de su piel hasta estremecerse; si la emoción era amor, sucedía con gran intensidad, no había una sola creatura, un solo ser, incluso las piedras, que quedaran fuera de su cariño; el odio, la encendía, sus puños se cerraban y se tornaban en una roca capaz de acabar con cualquier cosa, sus dientes se afilaban y podría devorar a quien se atreviera a cruzarse en su camino.
Así, mudaba de un estado a otro, la danza seguía y con ella, un universo de sensaciones, estaba sola y podía asumirse plenamente, era ama y señora de ella y del espacio que ocupaba.  La danza se hacía mas rápida y sus emociones mudaban cada vez en espacios más cortos, de modo que era difícil distinguir entre una de otra, pensó que pronto estallaría, sin embargo, no podía detenerse.  Repentinamente se desconectó, como si todo hubiera desaparecido en un segundo, solo había silencio, una ausencia total de lo que pueda ser percibido por los cinco sentidos, como si estuviera suspendida en medio de la nada.  Duró así algunos minutos en los que ni siquiera era capaz de escuchar su corazón.
Lo que sucedió después no está muy claro, al parecer debió quedarse dormida.  Cuando despertó seguía en el jardín de la casa, estaba tirada sobre el pasto y miraba las estrellas que desaparecían mientras el amanecer llegaba.  Algunos de los miembros de la fiesta aún deambulaban, mientras que otros dormían igual que ella hacía un rato.
Se puso de pié… se percibía distinta, le dieron ganas de pasar su mano sobre las paredes y no dudó en hacerlo, en otro momento de su vida ello le habría parecido ridículo.  Inició su camino hacia el auto, la chica que le había abierto la puerta descansaba en un sillón cercano a la salida.  A modo de despedida y sin despertarla la besó en la mejilla.
Subió al auto, seguía sin saber dónde se encontraba pero ahora no tenía miedo, condujo por donde su instinto la llevaba.  Al cabo de una media hora se encontró frente a la casa del amigo con el que había ido al cine la noche anterior, era temprano para tocar pero no le importó y tocó tres veces seguidas por si había que despertarlo.
Pasado un rato, él abrió la puerta extrañado…
-Clara ¿qué haces aquí a esta hora?
- ¿Puedo pasar? - Dijo ella     
- Claro- respondió frotándose los ojos
Apenas había entrado Clara le preguntó si estaba solo, a lo que él respondió afirmativamente, un poco sorprendido por la pregunta. Ella cerró la puerta, lo miró a los ojos y acercando su boca a la suya, lo beso. Él al principio no supo qué hacer, pero poco a poco fueron sumiéndose en el calor del beso, que de la boca se extendió a todo el cuerpo.  Sus movimientos se hicieron uno y ella volvió a escuchar la música que había oído en la fiesta y empezó a moverse al ritmo que al parecer su amigo, también conocía.